
Lucía Salas, Directora Departamento AAFF de Factorenergia
La sostenibilidad energética es uno de los pilares clave en la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente. En este contexto, su aplicación a las comunidades de propietarios representa una oportunidad real y concreta para contribuir a la transición energética hacia modelos más limpios, eficientes y sostenibles, dada su estructura colectiva y su potencial de consumo colectivo.
El autoconsumo fotovoltaico compartido
Una de las principales estrategias para lograr un futuro más sostenible es promover el autoconsumo fotovoltaico compartido. Gracias a los avances en la regulación y la tecnología, hoy es posible que una comunidad de propietarios instale placas solares en la cubierta del edificio y comparta la energía producida entre las diferentes viviendas. Esta energía, limpia y renovable, reduce la dependencia de fuentes fósiles y permite un ahorro económico en la factura de electricidad.
Además del ahorro, el autoconsumo compartido aporta una ventaja clave: la independencia y la seguridad energética. Al generar su propia energía, las comunidades aumentan su autonomía frente a las fluctuaciones de precio en el mercado energético. Esta independencia proporciona mayor estabilidad y previsión en el acceso a la energía, protegiendo a los vecinos de subidas inesperadas en el coste de la electricidad, algo cada vez más frecuente en el contexto energético actual.

El sistema Blockchain
Como complemento a todas las ventajas del autoconsumo, entra en juego la digitalización del consumo energético. Actualmente, las comunidades de propietarios, con sistemas de medición inteligentes, permiten monitorizar el consumo y el uso de energía de cada participante y así detectar ineficiencias o hábitos que puedan corregirse. Uno de los sistemas más innovadores que permite un control total de la producción solar en instalaciones colectivas es el sistema Blockchain, que posibilita un análisis de la producción, los excedentes y el consumo de cada participante.
Más allá del impacto ambiental y el ahorro económico, este tipo de transformaciones refuerzan el valor del inmueble, lo modernizan y lo preparan para un futuro en el que la eficiencia energética será cada vez más exigida por la normativa y valorada tanto por propietarios como por inquilinos.
En definitiva, las comunidades de propietarios no solo pueden ser beneficiarias de la transición energética, sino también agentes activos de cambio. A través de medidas concretas —como el autoconsumo solar, la rehabilitación, la digitalización o la participación colectiva—, pueden contribuir de forma directa a un sistema energético más sostenible, justo y robusto.